Esas feministas herejes



Más que la ausencia del papel de baño en los supermercados está comenzando preocuparme una campaña que he visto en Feisbuk de memes en contra de las feministas. He leído unos cuatro memes y vi un vídeo de una mujer diciendo las razones por las cuales ella no es feminista. Claro, puede expresarse en la Internet con los labios pintados y manejando un automóvil gracias a las luchas de las feministas, pero eso es harina de otro costal. Allá cada persona con sus ideas. Nunca ha sido tiempo de que las mujeres nos peleemos. Luego de siglos de progreso a favor de nuestros derechos tenemos que ser solidarias.

No. Las feministas no andamos enseñando las tetas. Pero si mis ya un poco maltratadas por el tiempo tetas, que no han pasado por el bisturí, sirvieran para que más mujeres en el mundo pudieran ejercer su derecho al voto y ninguna mujer tuviera que pasar por la mutilación de sus genitales… Mira, ahí mis tetas serían muy útiles. Mientras tanto las tengo guardadas porque sería arrogante pensar que fueran tan milagrosas. Aunque les confieso que el primer invierno que pasé en un frío Estado del norte, prometí que cuando llegara la primavera iba a correr desnuda por toda la avenida que estaba frente a mi entonces vivienda. No lo hice por temor a ser arrestada.  Recuerdo muy vagamente que de niña en Puerto Rico hubo un tiempo en que la gente hacia cosas locas saliendo desnudos a la calle y le llamaban algo así como "estriquin". Luego salían reseñadas en la prensa amarillista. No creo que eso se pueda hacer ahora. 

El feminismo viene a salvar a los hombres y a las mujeres del patriarcado. 

Volvamos a las feministas.  Yo no sé si nací feminista o me hicieron feministas las constantes cantaletas de que tenía que llevar una conducta apropiada, sentarme de manera apropiada y ni hablar de lo que yo entendía que eran los privilegios que mi hermano, cinco años mayor que yo, tenía. Ahora no sé si era porque era mayor que yo o porque era hombre. Posiblemente una mezcla de las dos cosas o sólo la edad. Pero para los niños y las niñas la realidad es lo que ellos y ellas entienden y no lo que pasa a su alrededor. Rebelde pudieron llamarme. Ni hablar de los que por envidia a mi madre me criticaban porque la ropa o los zapatos que llevaba puestos no hacían la perfecta combinación. Y yo buscando como descombinarme más para fastidiar a las lengüeteras más preocupadas por la ropa de una niña que por la cultura. Cuando llegué a la Universidad de Puerto Rico y me senté en un pupitre  en la clase de la profesora Norma Valle Ferrer, en una de aquellas fascinantes aulas de la Escuela de Comunicación Pública me enteré que yo no era rebelde ni “malcriá”. Que no era que yo había nacido con mal genio o como dicen ahora los más jóvenes en Puerto Rico: "jalta de odio". Allí me enteré que yo era feminista y que todavía me faltaba mucho por aprender y muchas ideas de las que me tenía que liberar. Mi madre siempre me entendió desde su digno silencio.  Quién sabe si preocupada por los problemas que mis ideas podrían traerme. Me entendió y motivó mi intelecto.

Las y los feministas tenemos diferentes ideas. Tantas como diferentes personas hay en el mundo. No. No andamos protestando y desgarrando biblias o asesinando bebés. No somos personas despiadadas sino por el contrario sensibles a lo que es la justicia. Coincidimos en abogar por los derechos humanos y buscar nuestra igualdad sin oprimir a nadie. Al final del día los hombres son también víctimas de la cultura patriarcal y se tienen que tragar sus frustraciones y sufrimientos en privado porque “los hombres no lloran”.  El feminismo viene a salvar a los hombres y a las mujeres del patriarcado. 

Lo que las feministas no entendemos es por qué aunque trabajemos el doble, nos paguen mucho menos que a un hombre, simplemente porque somos mujeres. Tampoco que en algunas Iglesias no se nos permita hablar, predicar u ocupar posiciones de alto liderazgo porque somos consideradas inferiores por los genitales que nos asignó la naturaleza.  Si no fuera por nuestra condición de género y el que se nos pague menos y fuera por nuestro color de piel, a eso lo llamarían racismo. Igual sería la injusticia. 

Por otro lado, utilizan a pobres mujeres con escasa ropa y poses sensuales para vender automóviles, entre otras cosas. No son muchos los que protestan contra esas marcas.  Y dicho sea de paso, no estoy llamando a una campaña de odio por las redes.  Que no se nos olvide que por una campaña de odio en las redes sociales asesinaron a Alexa.  No más odio cibernético. No más violencia. No más memes sin información exacta y fuentes corroboradas. La Internet le ha dado  a todos y a todas las facilidad de publicar sin conocimiento, reduciendo la información cierta o falsa a un meme. Y no critico los avances tecnológicos que han cambiado la forma en la que nos comunicamos. Entiendo tiene muchas ventajas. Pero como toda herramienta poderosa, hay que utilizarla con cuidado. 

Y pudiera seguir escribiendo de lo que somos, queremos y buscamos las feministas. De las diferencias entre unas y otras tendencias de pensamiento, de la historia de las mujeres, de las que sufrieron, de las que se sacrificaron, de las que lucharon y de las que nos abrieron el camino para ser un poquito más libres cada día.  Aquí tengo que terminar porque en la Internet se escriben textos cortos para que se lean rápido. Se escribe para capturar una atención que cada día se reduce más hasta llegar al meme. Y vale la pena decir, que me encantan los memes. Los memes de chistes sanos, los de gatos y animalitos buenos y los de pensamientos positivos o intelectuales. Pero los memes incitando al odio y a la muerte… Esos no. Los memes de repudio y odio en los que se generalizan a las personas y a las ideas, esos no deberían tener espacio en las redes sociales. Son tan peligrosos como cualquier virus mortal. Que no se nos olvide la muerte de Alexa. 






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