Mataron a Alexa









Querida Alexa:


Ese día tu espejo no pudo protegerte de los que apretaron el gatillo de esa maldita arma que te robó el último aliento de vida. Alexa, te quitó la vida un arma como las que se consiguen en cualquier lugar con la excusa que es para defenderse. ¡Cómo si las armas no fueran hechas para matar!

Tu espejo no pudo protegerte de una sociedad hipócrita que habla de una supuesta democracia donde si nos da la gana de llamarnos Alexa, Pedro o Carlos no podemos porque ahí están los fanáticos religiosos con sus dedos acusadores sembrando el odio hacia un pobre ser humano que tiene derecho a respirar y a vivir. Y digo fanáticos porque existen seres amorosos que viven en el verdadero amor de su religión y no en las reglas hipócritas de una sociedad que castiga todo lo que es diferente.

Alexa, te asesinó el prejuicio. La incomprensión hacia los que sufren de enfermedades mentales que muchos en nuestra sociedad le llaman “changuerías”.  Hay hasta quien se burla de la loca o el loco del pueblo sin saber que el hilo entre la cordura y la locura es tan fino que en cualquier momento todos y todas podemos a travesarlo. 

¡Cuánto me duele tu muerte, Alexa! Tú tenías derecho a vivir como mujer o como hombre. Como te diera la gana sin que nadie interviniera con tu existencia.


Te mató la homofobia fomentada por prejuicios arcaicos que incitan a la muerte y al derramamiento de sangre inocente. Cada vez que se repite en el feísbuk o en el tuíter una burla a los que son diferentes a la “normas de la sociedad” te vuelven a matar. Porque vuelve a morir alguien como tú cada vez que se hace un “chiste” homofóbico y las risas por esas llamadas bromas son como latigazos en las espaldas de los y las que viven como pueden y no como los que se creen poderosos y sacrosantos quieren.

Cada vez que se “repostea” un llamado “ALERTA” con fotos de personas privadas, se violan los derechos que tienen esos seres humanos a la privacidad. Cuando se le aprieta ese botón sin conocer las fuentes de esa información y sin corroborar si las alegaciones son ciertas, ponemos en riesgo las vidas y la reputación de otros y otras.

Te mató la homofobia fomentada por prejuicios arcaicos que incitan a la muerte y al derramamiento de sangre inocente.



¡Alexa, tu muerte me duele tanto!  

Aunque yo, que también llevo tu nombre, no tengo hijos, hijas, esposo, o una esposa si me pegara la gana, sé que el día que yo ya no respire, alguien va a estar allí para reclamar mi cuerpo y llorarlo mucho o poco, no importa. Aunque ya de muerta no me tenga significado, a los vivos sí les importa que sus seres amados tengan ese último momento de dignidad. Y me duele pensar que allí estaba tu cuerpo inerte sin familia que lo buscara. 


Pero mi amiga Alexa, te hemos llorado. Hemos llorado por ti y por lo que representa tu muerte. Por el dolor de saberte humana y sufrida. Por el dolor de saberte abusada por una sociedad indiferente a tu existencia.



Si hubieras tenido mucho dinero, o hubieras sido de una familia de las que llaman familias de bien con billetes verdes, te hubieran visto como alguien muy “chick” y muy moderna. Todo un modelo a seguir en las redes sociales. Pero esa no era tu verdad. 


Descansa Alexa. Descansa del hambre, del prejuicio, de la homofobia, del abuso, de las enfermedades, del odio, de la incomprensión, de la indiferencia, del desamor… Ya no sufres. Ya no te pueden hacer sufrir. Descansa…


Johanna Alexa

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